¡Con sabinos, sopas de agua y un montón de soldados! Así nació San Juan del Río hace 494 años
Hace casi cinco siglos, un grupo de españoles llegó a estas tierras, cansados de andar quién sabe cuántos días, y al toparse con un río caudaloso, sabinos frondosos y unas “sopas de agua” que les parecieron muy coquetas, decidieron que ese sería el lugar ideal para fundar un nuevo pueblo. Y así, sin más, nació San Juan del Río.
Según relata el cronista municipal Neftalí Sainz Bárcenas —ese que no se le va una fecha ni un detalle—, la historia comienza con el mexiquín, don Juan Mexiqui, que ya tenía rato viviendo por aquí con su gente. Cuando los españoles llegaron con todo su sequito y sus ansias de conquista, ya había quien les diera la bienvenida… o al menos, quien ya conocía bien el terreno.
Era 24 de junio de 1531, día de San Juan Bautista, y los conquistadores —con 25,329 soldados según el conteo oficial, que suena más a mitote que a cifra exacta— llegaron al sitio, celebraron misa y se pusieron a trazar calles como si fueran ingenieros urbanos. Cuatro calles primero, pero como eran ambiciosos, terminaron siendo ocho, formando un cuadro que se convirtió en el famoso “fondo” del pueblo.
El capitán Nicolás de San Luis de Montañez, mandón como buen capitán, ordenó tocar clarines, cajas de guerra, repicar campanas y salir a recorrer el terreno, acompañado por el abanderado con su bandera blanca de paz (porque una fundación sin pompa, no cuenta). Iban todos bien puestos, a pie, a caballo, y con Fray Juan Bautista encabezando la parte espiritual del asunto.
Se levantó la primera capilla en una enramada improvisada, se clavaron cruces de sabino en cada esquina del nuevo pueblo y se gritó a todo pulmón: “¡Pueblo de San Juan del Río, en nombre de Dios, nuestro Señor, queda fundado!” —y con eso quedó sellado el acta fundacional, aunque sin notario.
Luego, para no perder tiempo, construyeron 32 troneras (que no eran otra cosa que puestos defensivos) y asignaron a cada esquina su inquilino: don Nicolás Morán al norte, don Juan Suárez al oriente, don Marcelo Simán al sur y don Alfonso de Guzmán al poniente. Cada quien con su rincón y su cargo: alcaldes, alguaciles, doctrineros… y seguro alguno con más fuero que oficio.
Pasada la conquista y el polvo de los días, San Juan del Río se fue formando entre calles empedradas, casas humildes de los pueblos originarios y una gran peña redonda con una cruz arriba —que hoy sigue siendo parte del paisaje del barrio de la Cruz—, ahí donde ocurrió el mítico “choque de culturas” y donde, según el cronista, empezó oficialmente la historia.
Y por si alguien duda del legado, basta con mirar la Plaza de los Fundadores, ese jardín noble donde hoy se levanta el monumento a los tres protagonistas: el capitán Nicolás de San Luis de Montañez, el indígena Juan Mexiqui y el evangelizador Fray Juan Bautista.
Así que, ¡feliz cumpleaños, San Juan del Río! Que sigas cumpliendo siglos con sabinos, historia…
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